
La razón es que un programa virtual no se mide en función del incremento salarial porque la mayoría de los estudiantes continúa en el mismo empleo antes y después del programa. Tampoco importan mucho los compañeros de clase.
Lo valioso de una maestría en línea son los contenidos y su rigor, tanto como el de los cursos presenciales, dice la revista.
Por ejemplo, la escuela Warrington, de la Universidad de Florida, exige un puntaje de 678 del examen GMAT y sólo acepta a uno de cada tres candidatos; el IE de España ocupa el segundo sitio, que ganó por su estrategia de enseñanza basada en grupos de discusión, cámaras web, blogs y hasta su campus en Second Life.

Aunque los reclutadores no siempre comprenden que un programa virtual desarrolla habilidades para trabajar en equipos dispersos geográficamente y usar la comunicación a distancia para lograr un objetivo común, “algo que ya sucede en las empresas globales”, escribe Smith.
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