El fracaso del plan de rescate del motor en EEUU ha colocado a las empresas automovilísticas contra las cuerdas. La situación más complicada es para General Motors y Chrysler, en tanto que Ford, en una situación más holgada, había anunciado que no iba a hacer uso del plan de rescate del Congreso.
General Motors anunció que en los tres primeros meses de 2009 reducirá su producción un 30 por ciento para fabricar 250.000 vehículos menos de lo calculado inicialmente.
Chrysler, el tercer fabricante estadounidense y que necesita 4.000 millones de dólares para poder sobrevivir durante el primer trimestre del año, está en contacto con el equipo del presidente electo para intentar asegurar futuras ayudas.
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